El genocidio Uigur está tratando de ser ocultado

Fuente: La Nación



Los uigures, como se ha publicado anteriormente, son un grupo étnico turquico predominantemente musulmán que habita principalmente en la región autónoma de Xinjiang, en el noroeste de China, también conocida históricamente como Turkestán Oriental. Con una rica historia y cultura que se remonta a miles de años, los uigures han sido tradicionalmente comerciantes y agricultores, manteniendo una identidad cultural y religiosa distintiva dentro de la vasta diversidad de China. El genocidio es el acto intencional de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Esta definición, establecida por la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de la ONU en 1948, incluye no solo el asesinato masivo, sino también causar daños graves a la integridad física o mental de los miembros del grupo, imponer medidas destinadas a prevenir nacimientos, y la transferencia forzada de niños a otro grupo.

En el caso de los uigures, el genocidio se manifiesta a través de diversas tácticas sistemáticas y deliberadas implementadas por el gobierno chino. Desde 2017, se ha informado que más de un millón de uigures han sido detenidos en lo que el gobierno chino denomina "campos de reeducación". Estos centros, que en realidad funcionan como campos de concentración, están diseñados para forzar la asimilación cultural y religiosa, suprimir la identidad uigur y eliminar cualquier forma de disidencia. Las tácticas empleadas por el Partido Comunista Chino (PCC) para llevar a cabo el genocidio uigur incluyen la detención masiva, con la creación de más de 380 campos de detención en Xinjiang, documentados por el Instituto de Política Estratégica de Australia en 2020. Aunque se ha informado que algunos de estos campos se han cerrado, han sido reemplazados por prisiones de alta seguridad, perpetuando la detención masiva de uigures. También se incluye la destrucción cultural, con la prohibición de los libros y materiales educativos en uigur y kazajo, y la eliminación de la enseñanza de estos idiomas en las escuelas. Esto no solo erradica la lengua y la literatura uigur, sino que también destruye la transmisión de valores culturales y tradiciones. Además, hay una campaña de reasentamiento que fomenta el reasentamiento de chinos han en las áreas vacías dejadas por los uigures detenidos, alterando deliberadamente la demografía de la región y consolidando el control del PCC.

Gregory H. Stanton, presidente de Genocide Watch, ha formulado un marco comprensivo conocido como las 10 etapas del genocidio, que ayuda a comprender cómo se desarrolla un genocidio y, crucialmente, cómo se puede negar y ocultar. Según Stanton, la etapa final del genocidio es la negación, una táctica que el PCC ha perfeccionado al presentar los campos de concentración como "centros de formación profesional" y luego, cuando se enfrentaron a la presión internacional, como prisiones. Investigaciones recientes, como las realizadas por el periódico suizo Neue Zürcher Zeitung, han revelado que aunque algunos centros de "reeducación" parecen cerrados, la realidad es que han sido reemplazados por nuevas prisiones de alta seguridad. Esto representa un cambio en la narrativa oficial y en la percepción internacional, disminuyendo la visibilidad y la distinción de los crímenes cometidos.

La destrucción de la cultura uigur tiene consecuencias devastadoras. La prohibición del idioma y la literatura uigur no solo borra una rica herencia cultural, sino que también rompe los lazos intergeneracionales que sustentan la identidad y la cohesión comunitaria. Sin su lengua y sus tradiciones, las nuevas generaciones de uigures corren el riesgo de perder su sentido de identidad y pertenencia. El olvido del genocidio uigur es igualmente peligroso. Si la comunidad internacional permite que estos crímenes se desvanezcan de la memoria colectiva, se establece un precedente alarmante. La indiferencia y el olvido facilitan que los perpetradores eviten la rendición de cuentas y pueden alentar futuros genocidios. La normalización del olvido es, en sí misma, una forma de complicidad, permitiendo que la historia se repita. En conclusión, es crucial que sigamos recordando y hablando sobre el genocidio uigur. La comunidad internacional debe exigir responsabilidad y justicia para los uigures, protegiendo su cultura y asegurando que sus sufrimientos no sean olvidados. Solo así podemos honrar a las víctimas y prevenir futuras atrocidades.



Fuente:

https://thediplomat.com/2024/04/erasing-memories-concealing-evidence-chinas-efforts-to-obscure-the-uyghur-genocide/ 

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